La luz surge en la oscuridad.

por chamlaty

Hace unas semanas circulaba por las redes sociales un mensaje en forma de chiste. La escena representaba un velatorio en el que apenas había cuatro o cinco personas presentes. Las dos del fondo están conversando y una le dice a la otra: “Pensé que habría más gente aquí. Tenía más de dos mil amigos en Facebook”.

Esta escena muestra la paradoja de las redes sociales, de las tecnologías de la información y la comunicación, que en muchos casos ni comunican ni informan. Hoy tenemos la posibilidad de comunicarnos en tiempo real con cualquier persona del planeta, esté donde esté. Gracias a la tecnología han desaparecido las distancias.  Toda la información y todas las personas se nos presentan al alcance de la mano, al alcance de un solo click. Pero, ¿Estamos preparados para ello? ¿Somos conscientes del precio que pagamos por esta avalancha de información y oportunidades?

Los cambios se han producido de manera tan vertiginosa que apenas nos han dejado tiempo para acomodarnos a ellos. La tecnología ha cambiado en pocos años nuestra manera de comunicarnos, de relacionarnos, e incluso el vocabulario que utilizamos. La tecnología se ha introducido con fuerza en nuestras vidas transformando el paisaje: nuestras casas, aulas, hospitales, empresas, medios de transporte, teléfonos, ascensores,… han cambiado su diseño para incorporar pantallas que nos ofrezcan información y posibilidades de comunicación a cada instante. Somos seres sociales enfrentados a la posibilidad de la comunicación infinita.

Hay autores que están empezando a plantear como Internet y el uso que hacemos de los buscadores, están incluso modificando nuestra mente, modificando nuestra manera de pensar y recordar. Nicholas Carr en su libro “¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?” defiende que estas nuevas prácticas informativas nos vuelven más superficiales y disminuyen nuestra capacidad de concentración. Sus opiniones presentan un escenario inquietante, en el que se sugiere que no somos todo lo conscientes que deberíamos de la factura que tendremos que pagar por zambullirnos en la era de la sobre-información.

El mundo parece evolucionar siguiendo la vieja regla de que más es mejor. La abundancia es siempre preferible a la escasez, y esta regla se aplica de manera universal en cualquier circunstancia. Pero más es una variable que mide cantidad no calidad. Y a veces, paradojas de la vida, menos es más.

Sé que son muchas las voces que abogan por un futuro tecnológico, por una revolución en la educación fundamentada en las TIC, ansiosas por quemar los libros de texto en una hoguera en el patio (esta imagen me recuerda al Quijote), por apostar por una educación repleta de pantallas, lucecitas de colores y voces en off.

La reflexión de hoy es un tanto compleja y sé que está cargada de aristas, por eso, antes de perderme en un laberinto de palabras e interpretaciones, os quiero proponer uno de mis cortos preferidos para trabajar en clase y que ha motivado la entrada de hoy. “Desconocidos” de David del Águila plantea una situación cotidiana y familiar con inquietante reflexión incorporada.

 

A veces hay que quedarse a oscuras para que se encienda la luz.

DESCONOCIDOS (STRANGERS). Castellano (sub eng). from 29 LETRAS on Vimeo.

 

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