Templo Mayor #CDMX

por chamlaty

El Templo Mayor o Gran Templo de México (denominación empleada por fray Bernardino de Sahagún) fue el más importante recinto sagrado de México – Tenochtitlán y es actualmente una zona arqueológica en el centro de la ciudad de México.

El templo comprende una serie de construcciones, edificios, torres piramidales o cúes​(adoratorios indígenas) a las que el cronista Toribio de Benavente describe como una gran cepa cuadrada y esquinada coronada por uno o dos altares​) y un patio cercado por un muro en el cual se abrían unas puertas que daban acceso a las calzadas principales de la ciudad.

En la actualidad a la principal torre de todas (que tiene dos adoratorios, dos teocalli) se la conoce como Templo Mayor (Huey Teuccalli ‘Templo Principal’​ en náhuatl)6 y al espacio donde se ubicaba, como Recinto del Templo Mayor.

En el Recinto del Templo Mayor confluían los aspectos más importantes de la vida política, religiosa y económica de los mexicas. En él tenían lugar desde las fiestas que el tonalpohualli marcaba hasta la entronización de los tlatoanis y los funerales de los gobernantes. Era el centro simbólico de la gran red tributaria del Imperio Mexica, un lugar en donde se reunían las ofrendas sagradas y depósitos funerarios; un adoratorio a las deidades de la guerra y la lluvia; un símbolo de los logros de los aztecas ante sus enemigos.

Los templos gemelos coronan la base piramidal reflejan la antigua y persistente visión cosmológica de una serie de oposiciones coincidentes, entre ellas: cielo / tierra, sequía / lluvia, solsticio de verano / solsticio de invierno y los cultos a los dioses Tláloc – Tlaltecuhtli /Cihuacóatl-Coatlicue Coyolxauhqui.

Cada uno de estos dos altares del Templo Mayor estaba dedicado a un dios (o a varios), a Huitzilopochtli del lado izquierdo​ (sur), donde se encuentra el monolito de Coyolxauhqui. El otro altar está dedicado a Tláloc y a los Tlaloques,​ del lado derecho (norte) donde está el Chac Mool. Al lado de este se encuentra la piedra de los sacrificios.

Y cada una de estas 78 construcciones, sean torres o edificios, que formaban parte del gran templo de México tenía un nombre. En cada ciudad del México prehispánico solía existir un recinto delimitado con este tipo de construcciones y destacaba el templo dedicados al Dios Huitzilochtli denominado «tlacatecco».

De Steve Cadman from London, U.K. – Model of Tenochtitlan, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1949401

El Recinto del Templo Mayor era un cuadrado aproximado de 500 metros de lado (250,000 m²) que se situaba en el centro de la isla de Tenochtitlán y en él confluían las tres calzadas principales hacia los puntos cardinales: la de Ixtapalapa que iba al Sur y tenía una bifurcación que dirigía a Coyoacán; la de Tacuba que iba al Oeste y la de Tepeyac que dirigía al Norte, una de sus bifurcaciones dirigía a la ciudad de Tlatelolco que sería posteriormente absorbida por Tenochtitlán.

En la actualidad, el área que ocupaba recinto ceremonial colindaría hacia el este con la calle de Correo Mayor, al norte con Luis González Obregón, al oeste con la calle de Palma y al sur con el circuito vehicular que divide la Catedral Metropolitana del Zócalo.

Entre el 6 y 16 de mayo de 1914 Gamio descubrió parte de la esquina suroeste de la Etapa III, quedando confirmada la ubicación del principal recinto ceremonial mexica, él tuvo la sospecha de dicha ubicación basándose en la localización del calendario solar (o azteca) ya que era algo demasiado importante para esta cultura y que no debía faltar en el recinto. Manuel siempre supo que no había descubierto el templo como tal,pero si sospechaba que se trataba de los recintos de Huitzilopochtli y Tláloc, tiempo después se confirmaría su sospecha, esto porque se encontraron cráneos (con los que se decoraba el recinto de ambos dioses), dedujo que el Templo Mayor debía estar debajo de las casas modernas de esa época y quería comprobarlo, el problema era que no podía porque las personas no estaban dispuestas a desalojar sus residencias y/o trabajos solo para ayudar a la ciencia, por lo que para enero de 1915 se vieron interrumpidas las excavaciones. El trabajo de Gamio se reanudó aproximadamente (no se han encontrado datos exactos) en noviembre de 1915, para evitar que las casas alrededor o que el templo sufrieran colapsos, siempre evitando la molestia de las personas que habitaban cerca.

Manuel se encargó de que se permitiera el acceso a personas tanto nacionales como extranjeras al descubrimiento arqueológico mientras se continuaban las excavaciones para 1916, desde abril de ese año hasta la actualidad se lleva un registro de personas que asisten. Algo por lo que se caracterizó Gamio fue que siempre pidió protección para los vestigios arqueológicos encontrados, se preocupó por la recuperación y conservación del templo

La zona arqueológica fue descubierta el 21 de febrero de 1978, por un grupo de trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, dirigidos por el Ing. Felipe Curcó Bellet, que realizaban trabajos de excavación con la finalidad de colocar cableado subterráneo del metro. Al bajar el nivel del piso uno de los trabajadores golpeó una piedra circular con relieves. Inmediatamente se comunicó con el Ing. Curcó, quien a su vez se contactó con Eduardo Matos Moctezuma al INAH. La piedra era una representación de la diosa de la luna (Coyolxauhqui), ésta se encontraba ubicada en la escalera derecha de la pirámide del templo mayor, el cual era el centro ceremonial azteca. Posteriores excavaciones rescataron gran parte del templo y el recinto ceremonial que lo rodeaba, que estaba sepultado al noreste de la Plaza de la Constitución debajo de las calles de Guatemala y Argentina, y se creía perdido desde tiempos de la colonia, tras la conquista de México, pues Hernán Cortés ordenó utilizar sus materiales para construir en su lugar otra ciudad, ya que además debía acabar con los cultos ajenos a la religión católica.

El hallazgo despertó gran interés en el entonces presidente José López Portillo, dando comienzo a uno de los hitos mas interesantes en la historia de la arqueología mexicana ya que reunió a arqueólogos, restauradores, químicos, geólogos, biólogos y otros especialistas con el fin de estudiar los vestigios del pasado que habían sido descubiertos de manera completamente fortuita.

Ciertas características del edificio se asocian con el mito originario azteca sobre el nacimiento de su dios tribal Huitzilopochtli en el cerro Coatepec (en náhua: Montaña de las serpientes)?. En este mito, el embarazo «milagroso» de la diosa madre Coatlicue enfurece a su hija Coyolxauhqui y a sus cuatrocientos hijos, los Centzon Huitznahua. Cuando deciden matar a su madre, ella parirá en la misma cumbre de Coatepec a Huitzilopochtli que desmiembra a su hermana y arroja los pedazos por la montaña. Luego persigue a sus hermanos y les extermina. El adoratorio de Huitzilopochtli en la cima del Templo Mayor simbolizaría Coatepec. Así comprendemos la presencia al pie de la escalera que llevaba a la cumbre la famosa escultura que representa a Coyolxauhqui desmembrada. Cuando una víctima era sacrificada en la cima del templo, su cuerpo era arrojado escaleras abajo, como una repetición simbólica del mito.

Además por otro lado, el Templo Mayor calmaría la sed de legitimidad del pueblo azteca: ciertos autores consideran que esta tribu recién llegada al escenario del valle de México sufría una especie de «complejo de inferioridad» por su inferior desarrollo cultural respecto a las civilizaciones conquistadas y por ello deseaban aparecer como sucesores de las grandes civilizaciones mesoamericanas, cuyas ruinas todavía se encontraban bajo sus pies, como las de Teotihuacán y las de los toltecas; para ello por ejemplo enterraron bajo el Templo Mayor máscaras que extrajeron de las ruinas de Teotihuacán y también imitaron detalles arquitectónicos como el perfil talud-tablero de Teotihuacán o los Chac Mool de Tula).

El Templo Mayor era el lugar por excelencia de las cardiotomías, el sacrificio humano bajo su forma más corriente que era la extirpación del corazón. El mito azteca del Quinto Sol explica esta práctica: el universo es inestable porque depende de la continuidad del movimiento del sol y sería destruido si éste se para, por ello continuamente los hombres deben imitar a los dioses que se sacrificaron en Teotihuacán para que el sol se pusiese en movimiento. Aunque el sacrificio humano siempre existió en Mesoamérica, podemos preguntarnos porqué tomó un carácter tan crudo en los aztecas: según los cronistas, en 1487 entre 3.000 y 84.000 personas fueron sacrificadas durante los cuatro días que duró la reconsagración del Templo Mayor en el reinado de Ahuízotl — aunque estas cifras les parecen exageradas a ciertos autores por la dificultad técnica de matar tantas personas en tan poco tiempo.

Una de las teorías más difundidas para explicar este hecatombe es el giro ideológico que se efectuó durante una gigantesca hambruna hacia 1450, se le atribuye a Tlacaélel la idea de que se debió a la cólera de los dioses porque no se les abastecía suficientemente de sangre humana, que los aztecas designaban con una metáfora: «Chalchiuatl» (‘agua preciosa’). Para poder asegurar este aprovisionamiento de víctimas, inventaron la institución de las «guerras floridas», una forma de guerra ritual donde en vez de matar se procuraba capturar a los guerreros enemigos para sacrificarlos.

Otra teoría (Ferrer, 2015) plantea que el sacrificio humano se imprimió en la cultura Azteca, porque este pueblo tenía un profundo miedo a que el quinto sol en verdad dejara de existir, ya que había quedado impresa en su memoria cosmogónica, la experiencia de la desaparición del anterior ciclo de culturas, representado en la extinción de los cuatro soles anteriores. Por ello, cada sacrificio humano constituía en realidad un sacro-oficio voluntario; un acto mágico prolongador de la vida humana en la tierra, el tlalticpac. ¿Cómo es que se imprimió en la cultura azteca este verdadero horror a la hecatombe cósmica? El mismo Ferrer (2015) apunta en su teoría que los aztecas en realidad «son parte del resto de los atlantes», los mismos de los que hablan el Critias y el Timeo, que lograron sobrevivir a la gran hecatombe cósmica provocada por el impacto fragmentado del cometa Clovis en Norteamérica, hará unos 12 mil años.

En 1987 se construyó el Museo del Templo Mayor, anexo al templo mismo, y que se inauguró el 12 de octubre de ese mismo año. Es obra de Pedro Ramírez Vázquez y Jorge Ramírez Campuzano. El recorrido de este museo inicia en un corredor perimetral a la zona arqueológica, y que se adentra dentro de ella con el fin de observar las distintas etapas constructivas del mismo, así como los edificios adyacentes hoy visibles tras las sucesivas excavaciones posteriores a 1978. Una vez finalizado este recorrido por la zona visible, se llega al edificio del museo.

Vasija mexica encontrada en el Templo Mayor.
Este inmueble cuenta con inscripciones en sus muros. El primero, proveniente de los Cantares mexicanos, y debajo de él, un fragmento de Bernal Díaz del Castillo correspondiente a la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.

El museo tiene 8 salas y se exhiben miles de objetos precolombinos que provienen de más de 110 ofrendas descubiertas en el templo. Se sigue investigando el templo y sus objetos.

Fotos visitando el TEMPLO MAYOR.

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Visiten los vestigios de una gran cultura;


 

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