Entregar la corona.

por chamlaty

En un tiempo muy lejano, había un rey en Seúl en el palacio de Kyongbokung. Ya era de edad avanzada y tenía dos hijos muy esforzados ambos, virtuosos y sabios, por lo que no podía decidirse hacia cuál inclinarse para la sucesión del trono.

Entonces, el rey empezó a poner pruebas a los dos hijos, los envió a batallas, los trabó en combates, les encargó difíciles y exóticas mercancías; sin embargo, a cada prueba que el padre ponía, ambos hijos respondían en igualdad de circunstancias.

Técnicamente no podían salir del empate, por lo que el padre se angustiaba pensando en la trágica suerte de su reino si moría sin dejar un sucesor claro y reconocido por todos, pero también mortificado de qué pasaría si optaba por uno sin causa suficiente para que el otro lo reconociera.

Así estuvo algún tiempo hasta que ideó un concurso. Trajo a sus hijos a un patio del palacio y les dio un arco y una sola flecha, después les vendó los ojos. Ya dispuestos así, mandó traer una gallina con sus polluelos.

Con los arqueros ya preparados, se llevaron el nido al otro extremo del patio del palacio y allí soltaron a la gallina, pero se llevaron la nidada. Los polluelos, desesperados, piaban escandalosamente llamando a la madre, y la gallina corría de un lado al otro, desesperada llamando a sus polluelos.

Los arqueros con los ojos cubiertos, tenían que asaetar a la gallina guiados por sus cacaraqueos desesperados por encontrar a sus pollitos. Los dos arqueros empuñaron las armas y tensaron el arco al mismo tiempo, pero después de unos segundos, uno de los hermanos desistió y relajó el arco deponiendo las armas, el otro disparó y volvió el silencio al palacio, pues atravesó a la gallina.

Cuando se acercaron al padre los dos hijos, el rey le preguntó al que no disparó por qué había desistido, a lo que él respondió que había sentido pena en su corazón al escuchar la desesperación de la madre y los hijos buscándose mutuamente. Entonces, el rey lo tomó de la mano y le entregó la corona, porque la misericordia y la compasión rebasan en virtud a la destreza y el tino.

 

CUENTO COREANO.

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